Mañana, cuando ya era tarde, en ese país donde siempre hacia otoño y tus suspiros hacían mover los árboles para que las hojas cayeran sobre mis hombros.
A veces podía soñar que no estabas, que te ibas; soñar que estás casi dormido, que eres otra persona, sin que nadie me preguntara si me dolía, si me hacía daño.
Numerar las noches que te quedas, que se queda ella y dormir sin poder huir, como parte de un deseo lunar.
Jamás escuchaste mis gritos en la noche, ni me oíste cantar, o a la gente que se veía pasar.
Siempre parecías tan distraído, tan distante, como si vivieras un poco en el cielo y un poco atado a la tierra. Menos cuando jugabas con mi pelo porque te daba la sensación de estar perdido en un bosque y tener que buscar la salida era lo único que concentraba toda tu atención.
- ¿por qué ya no me quieres?
-…Mira el cielo , parece que se está cayendo.
Y las horas pasan.